martes, 16 de agosto de 2016

Complejo arqueológico en Valle de Huaral

Construcciones con techos donde no ingresa agua ni luz solar

En todo nuestro territorio se encuentran numerosos restos arqueológicos. Huellas de las culturas que poblaron nuestras tierras y que consisten en edificaciones que nos muestran los avanzados conocimientos prehispánicos. Una de estas obras es el enorme complejo arqueológico de Rúpac, ubicado muy cerca de Lima, en la ruta del Valle de Huaral, en el distrito Atavillos Bajo.
Estos históricos restos pertenecen a la cultura Los Atavillos, con un gran desarrollo en la época pre inca. Son hermosas edificaciones, localizadas al borde del abismo de una montaña a 3,500 metros sobre el nivel del mar y tienen un alto grado de conservación con elevadas construcciones de piedras rectangulares de hasta tres niveles y con triples cornisas, chimeneas y habitaciones subterráneas que conservan sus techos de piedra.
Los restos arqueológicos de Rupac muestran una ciudadela construida por los Atavillos, con 51 edificios. Las construcciones son rectangulares con triple cornisa, con terrazas escalonadas hechas a base de piedras y con sólidos techos abovedados. La construcción principal es el Castillo Marcakullpi, rodeado de místicos mausoleos y un conjunto de chullpas.
El mencionado distrito de Atavillos integra a la provincia limeña de Huaral, su capital es el pueblo San Agustin de Huayupampa, territorio donde está la zona arqueológica de Rúpac, considerada la joya arquitectónica del Reino de los Atavillos en el periodo intermedio tardío, 1400 años antes de Cristo.
El palacio principal de Rúpac tiene forma pentagonal y se ubica dentro de una gran muralla. Es llamado Marca Cullpi y son elevadas construcciones de piedras rectangulares de tres niveles, con pequeñas ventanas, hornos y triples cornisas. Construcciones que en su mayoría  conservan sus techos intactos, hechos de lajas de piedras que impiden el ingreso de la luz del sol y del agua de las lluvias.
Las paredes interiores de las habitaciones y ambientes tienen piedras sobresalientes a manera de colgadores y un color rojizo predominante. Es notorio que toda la ciudad de Rúpac estuvo pintada de este color y con las puestas del sol en las tardes, resplandecía como una llamarada. Precisamente su nombre proviene de la palabra Aimara Lúpac, que significa llamarada roja y que en el paso del tiempo llego a nosotros como Rúpac.
Según los estudios el lugar tuvo fines militares y religiosos. Por el diseño defensivo de las edificaciones y su estratégica ubicación que permite vigilar gran parte del horizonte, en lo militar. Mientras que en las partes altas de sus ambientes se ubicaban a sus ídolos en una especie de repisas.
En tiempos posteriores llegó a ser una necrópolis para la población indígena, hasta que asumida la nueva religión, se obligó a los pobladores a enterrar a sus muertos de manera cristiana. Esta cultura tiene orígenes altiplánicos y llegó a esta zona como parte del expansión del imperio Wari - Tiawanaku. Al decaer este imperio, el antiguo Perú quedó dividido en diversos señoríos hasta que los Incas los sojuzgaron mediante guerras o convenios. Al decaer el imperio Inca, cien años después, con la llegada de los conquistadores europeos y luego de su frustrado ataque a la ciudad de Lima (1536) junto a las tropas cuzqueñas, la clase militar y la nobleza se replegaron hacia las zonas de selva alta pues previeron la venganza de los españoles y sus aliados indios. Luego de eso el pueblo atavillo quedó a merced de los nuevos gobernantes.
Al igual que Rúpac, todavía quedan importantes vestigios de la grandeza del reino de Los Atavillos, como la fortaleza de Sinchipampa en Arahuay, Canta Marca, el adoratorio de Añay  y la ciudad de Chiprac, capital del reino de los Atavillos.
También está Carihuaín, el Huampón, la tumba del último curaca atavillano en Huillcatampu, entre otros restos arqueológicos, que aún siendo más pequeños informan sobre su sistema militar, religioso y político, pero sobre todo dan cuenta que debieron recibir mayor atención por parte de los historiadores, arqueólogos y otros estudiosos tal como lo han hecho con otras importantes culturas prehispánicas.

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