lunes, 26 de octubre de 2015

Recordemos el nacimiento de nuestra música criolla

Honor a nuestros artistas que tienen todas las sangres de nuestra raza
Según los cronistas entre los años 1,830 y 1,850, el vals de Viena llego a nuestros barrios populares de Lima y  allí es donde se hizo vals criollo. En  esos tiempos los mestizos volcaron sus penas y sus alegrías, logrando con sus ideas melódicas, originales acordes y letras sentimentales, un arraigo profundamente popular.
Fueron tiempos donde el recordado Karamanduca, llamado Alejandro Ayarza, hizo escuchar por todo Lima su vals La Palizada, mientras que Sancho Dávila, hacia lo mismo con Ídolo. Tiempos donde los músicos y cantantes, no recibían un centavo por su trabajo, solo recibían de premio una sonrisa y la presa más grande de la comida.
Es importante que recordemos el nacimiento de nuestra música criolla. Este movimiento musical se inicio en las primeras décadas del siglo XX, donde los cantantes de entonces, en medio de un gran trajín artístico buscaban  su difusión. Se cuenta que un bohemio y popular solista de aquellos tiempos, de nombre Francisco Ferreyros, cantaba a voz en cuello los temas; Luis Pardo, Celajes, China Hereje, Ídolo y otras canciones por la tradicional Alameda de los Descalzos.
El público fervoroso escuchaba aquellas canciones y otras que se interpretaban en retretas y teatros. Aquella popularidad del nuevo cancionero nacional, marco la posibilidad que un dúo de intérpretes de bajo el puente, Eduardo Montes y Cesar Manrique, tuvieran la oportunidad de viajar a los EE UU, llevados por una de las primeras disqueras. Montes y Manrique en el año 1920, grabaron en los antiguos discos de 78 revoluciones, cerca de 200 temas, llamados de la guardia vieja. Estos temas generalmente de autores anónimos obtuvieron una tremenda popularidad, muchos de ellos ya se cantaban en las jaranas y serenatas de los barrios limeños y proclamaron al dúo como los máximos cultores del criollismo.
En algunas oportunidades nos comentaban Filomeno Ormeño y Alcides Carreño, el pasado triunfal de nuestro cancionero criollo, dedicado al amor, a la traición y a muchos otros motivos. Don Filomeno, uno de los más grandes pianistas y compositor de la historia musical criolla, comentaba su trayectoria con otro gran pianista, Don Lucho de la Cuba, recordando la inspirada calidad de las grandes voces y las composiciones de esos momentos, además de recordar el hecho de haber sido el primero en grabar una versión del Carnaval de Lima en el año 1928. Don Alcides nos hablaba de su hermosa tierra norteña de Ascope, como cuna inspiradora de sus canciones y su aprecio por los artistas que nacían para el criollismo entre los años 1930.
En aquellos años surgen grandes cultores de nuestro cancionero, entre ellos nuestros recordados integrantes de La Limeñita y Ascoy, notable dúo con un repertorio pleno de sentimiento y su hermosa selección de su repertorio a base de canciones de la guardia vieja. Surgieron muchos cantantes que forjaban su talento en los barrios populares, como Barrios Altos, Rímac y La Victoria. Junto con los intérpretes también surgían grandes compositores como Felipe Pinglo Alva. Entre las intérpretes recordamos a las hermanas Graciela y Noemí Polo, como Las Limeñitas, a Jorge Costa y Ángel Monteverde, dúo Costa y Monteverde y Los Hermanos Gobea.
En la década de 1940 aparecen otros conjuntos criollos, estimulados por las grabaciones que ya se realizaban en Argentina. En esta década brillaron Los Chalanes del Perú y Los Trovadores del Perú, quienes fueron los primeros conjuntos peruanos en ser aclamados también en el extranjero. Igualmente  surgió el admirado dúo Los Morochucos, formado por Augusto Ego Aguirre y Luis Sifuentes.
A lo largo de la historia, muchos conjuntos de música criolla han sido y son admirados, pero sólo dos de ellos fueron proclamados ídolos del pueblo; Los Embajadores Criollos y Los Troveros Criollos. El primero de ellos integrado por Rómulo Varillas, Carlos Correa y Alejandro Rodríguez, con temas de gran sentimentalismo. Mientras que el segundo es el renombrado duo Los Troveros Criollos, el Carreta Jorge Pérez y Luis Garland, quienes se identificaron con un mensaje alegre y optimista.
En la historia de música criolla resaltan innumerables valores de nuestra canción, siendo importantes el dúo Los Hermanos Dávalos, arequipeños que lograron brillantes éxitos en todas nuestras regiones y el exterior. Ellos y muchos otros forman parte de una época dorada para el cancionero criollo, entre otros el Trío Los Chamas, Irma y Oswaldo, Los Romanceros Criollos, Los Mochicas y otros que se merecen toda la admiración de quienes recordamos la canción criolla todas las horas de nuestras vidas.
Son importantes también las voces de cantantes solistas que se arriesgaron a la difusión de nuestros cantares costeños. Las llamadas máximas estrellas de lo nuestro, María Jesús Vásquez, Eloísa Angulo, Alicia Lizárraga, Esther Granados, Delia Vallejos y Lucha Reyes. También es destacable el trabajo musical de Carmencita Lara, Maritza Rodríguez, María Obregón, Cecilia Bracamonte, Lucila Campos, Edith Barr, Lucia de la Cruz y muchas otras que se mantienen en actividad.
Muchos intérpretes quedan sin recordar en esta presente nota. Sin embargo ellos están en la memoria de todas las multitudes que festejan sus acontecimientos con valses, polkas, marineras, tonderos y todos los ritmos criollos que el paso de su calidad humana nos deja en su repertorio.

Nosotros los recordamos siempre, no solo en el llamado día de la canción criolla, un 31 de Octubre de todos los años, que esperamos se festeje todo es resto de los días del año. Todos son cultores de un canto que está identificado con todas las sangres de la cultura popular peruana.      

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